anoche soñé contigo

miércoles, 15 de abril de 2009

COMO PARA SEGUIR CREYENDO EN DIOS




Tengo miedo de no escribir con sensibilidad. La noche se ha venido a instalar, y se pierden las referencias, pues tengo licencia para vuelo visual y no por instrumentos, ojalá me entiendan, es por la hora. Por eso, de noche, tarde ya, aunque me abandonan los reflejos literarios, no quiero que pase de largo, el no dejar una flor y unas letras para el Doctor Kaplán. Me arriesgaré entonces, y bien se lo merece. Me crucé con él un día, o dos tal vez en la Avenida Valparaíso, en ese tráfago pre-electoral. Kaplán iba derecho de la Alcaldía, pero a la altura del Samoiedo, y por mi cabeza, pasaron como Hawker Hunter o Mirages, esos pensamientos, que se detonan, cuando estás frente a alguien, que te rayó la cancha, para la posteridad. Era un cabro de mocasines, bluyines negros, y camisa a lunares, cuando la María Elena Peñaloza y el sastre Orellana, me hicieron conocerlo. Era una tríada : los rostros hinchados de los trasplantados debido a la cortisona, de portada en el Vea o el Aquí Está, y detrás Kaplán con su cotona blanca, más atrás todavía, un edificio de Hospital, y Viña del Mar. Son imágenes que te quedan, oníricas casi…un poquito antes también las frases, "Ciudad del Cabo y Dr. Barnard". No se si a Uds., les pasa, pero a mi sí, y se me quedaron para siempre, en un ventrículo cerebral, y me afloraron de repente, en una calle de Viña , cuando con su pelo blanco, desordenado de científico loco, despreocupado, inmaterial, me crucé con él, y pareciera, que detectó en mí, esa evanescencia de joven santiaguino de los sesentitantos, que lo admiró por dar un golpe a la cátedra, y de cuando sus atrevidas intervenciones produjeron revuelo mundial, y le robaron kilómetros a la muerte. Un reojo, un soslayo, una mirada al vuelo cruzamos, de un lado su sencillez de gigante, y por mi parte la admiración. Creo, que cuando se miden récords, Campeonatos, figurazas, que han puesto a Chile en las tarimas, y le han colgado medallas, hay que hacerle un espacio al “Doc” de las patillas y la cotona blanca, y del nombre bordado con rojo a la altura del corazón. Y para colmo, por esas cosas que algún día un ser superior nos develará, inexplicables, paradójicas, se nos muere del corazón. Barnard también. Como para seguir creyendo en Dios.


1 comentario:

Antonio Macías Luna dijo...

Eduardo: Una pérdida irreparable para Chile. Se nos ha ido una eminencia, pero todos estamos sujetos a los designios de Dios. Precisamente Kaplán murió de una dolencia cardíaca, su enemigo de siempre que por fin le venció en el combate. En España decimos "En casa del herrero, cucharón de palo" aunque no se ajuste totalmente a la triste realidad del caso.

Lo que sí es importante, desde mi punto de vista, es que proliferen las donaciones de órganos en Chile; que estas muertes, la del doctor Kaplán y el chiquito Felipe (no recuerdo su apellido), que partió hace poco por falta de un corazón sean acicate para que la gente se mentalice y done sus órganos sanos, pues una vez que fallecen a ellos no les sirven para nada bajo tierra. Pero salvan vidas.

Te felicito por partida doble: por el artículo y por el conjunto de tu blog porque en él vas plantando semillas de tus amigos, los poetas y narradores. Arriba con esa torre de cultura.

Un abrazo,

Antonio Macías Luna