anoche soñé contigo

sábado, 7 de agosto de 2010

EN RECREO , TAMBIEN SE LE TIENE MIEDO A AGOSTO…


Los sábados en la mañana en el barrio Recreo son como místicos, pues cada cual cumple con ritos, y hasta exhibicionismos paganos, pero que por el grado de repitencia de cada fin de semana también entran en esa categoría.
El que las oficia de empleado público, con sábado y domingo más libres de la pega que el viento, ha optado por calarse la casaca de cuero legítimo, que ha debido quemar varias veces con el encendedor para demostrarle a su partner que es de marca, y que no ha usado en la semana, dada la encorbata obligación de su oficina, y como es cassual, se la pondrá sobre un pullover con escasas bolitas, de ésas que delatan los años de la lana merino, y saldrá a hacer compras, que los días cotidianos la nana cumple, con un billete de cinco mil, con el cual debe cocinar, y hacer milagros , para la familia chic de la subida del Camino Real.
La abuela del piso de arriba, bajará perfumada con el legítimo Ágata Ruiz de la Prada que le regaló para su cumpleaños, la hija que vive en Santiago, mamándose el smog, pero un buen sueldo como Asesora legal de la Minera de moda, que está ahí no más con el royaltie.
Son mis sábados de Recreo, que cuando el día acompaña me permite discriminar más los perfiles de este asentamiento humano que para nada es igual al del plan o de los cerros más flaites, como dicen los lolos que duermen a pata tendida, el epílogo de un carrete, que por más que Valparaíso sea sucio y peligroso en las noches, es muy cachilupy…
Un colectivo se detiene frente a mi atalaya, y hasta servil el auto, abre su puerta trasera derecha a un matrimonio que se sube discutiendo, bajan la voz en el interior, pero siguen discutiendo en sordina, y se bajarán discutiendo a la altura de la Plaza de Viña, donde luego enfilarán por la Avenida Valparaíso para tomarse un cortado con endulzante y discutir lo que ya vienen haciendo desde la mañana y hace veinte años, con la única novedad que mientras lo hagan, mostrarán sus rostros sonrientes a los que les acierten a observar en una de las mesas de la calle del Samoiedo, para luego, a eso de las dos de la tarde, volverse a casa, discutiendo…
La bendición, A TODO ESTO, correrá por cuenta del cura de la Iglesia Madre de Dios, que pasará en su auto a visitar a ese desahuciado acólito de sus misas, y que ya lleva haciendo un decenio en este barrio con su sonsonete español aburrido, cansino, monótono, pero transmitiendo salmos ajustados a lo que la misa del domingo se refiere, sobre la caridad, el matrimonio entre personas de sexo diferente, y pasando la bolsa de la colecta para agregarla a la lista de limosnas para un “Techo para Chile”.
Así y todo me cae bien, pues a la salida del oficio dominical se instala en la puerta, salvo cuando llueve a besar a los niños, abrazarlos y bendecirlos…
Es mi barrio Recreo con su estilo señorial, casi sin fisuras de advenedizos, lo que podríamos llamar arribismo, en el hermetismo de familias que se conocen o se adivinan de sangre azul, aunque en algunos casos venidos a menos, pero manteniendo una sobriedad que caracteriza a este grupo humano, y que hace crisis de lata, los domingos en la tarde, cuando no vuela una mosca, las siestas son kilométricas, y los árboles mudan sus hojas, con una terrible, tácita y lúgubre pregunta que recorre el espacio, y va de casa en casa ¿pasaré agosto?...

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